Manuel
Cuen Gamboa*
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Santa Teresa de Ávila
Uno llega al amor de muy
diversas maneras. Amas a quienes te rodean. Aprendes a convivir con una familia
y muestras los principios de la fidelidad al clan. Dependes de alguna manera de
ese grupo humano para sobrevivir. Después aprendes a quererte a ti
mismo. Indispensable para vivir en un mundo social donde quienes te rodean ya
no es únicamente tu familia.
Y llega ese momento en que
el amor ronda tus primaveras y después de varios intentos a veces fallidos,
otras con relaciones certeras, terminas uniendo tu vida a otra persona la que
te trae satisfacciones y un cierto sentimiento de complementariedad.
Uno se enamora muchas veces
y de distintas personas. Tal vez esas formas y niveles de enamoramiento también
sean diversos. Puede ser también que revisados a la distancia, esas relaciones
ya no se ven con la misma intensidad. Es decir, no puedes comparar a Lupita, con
Marcela o con Livier.
Amé, fui amado. Hasta la
fecha. Uno vive amando siempre, enamorándose todos los días. Imaginándose
relaciones posibles e imposibles. Y cuando uno ejerce el oficio de poeta,
entonces el amor es fundamental en la obra y en la vida.
Hay poemas que se han
quedado por siempre en la memoria, porque fueron tal vez, sustanciales en estas
relaciones a los largo de la vida. Pablo Neruda, Mario Benedetti y Santa Teresa
de Ávila, entre otros, no solamente inspiraron relaciones sentimentales o las
fortalecieron, en mi caso, sino que los poemas como tales fueron capaces de
inspirar otros poemas que no lo alcanzan en calidad, pero que tuvieron un fin
útil en su momento.
“Podrá
la muerte/cubrirme con su fúnebre crespón/Pero jamás en mí podrá apagarse/ La
llama de tu amor”.
Nunca podre olvidar mis tiempos universitarios en Hermosillo y con ello, poemas como Te quiero, de Mario Benedetti: “si te quiero es porque sos/mi amor mi cómplice y todo/y en la calle codo a codo/ somos mucho más que dos”.
Leo el poema o escucho la canción que interpretaba
Nacha Guevara y me remite siempre a los años en que mi vida transitaba en torno
a la Universidad de Sonora; la lucha diaria por sobrevivir, los amores, los
principios en el arte. Todo.
Ese fue tiempo también en que leí, leí y seguí
leyendo como loco a Pablo Neruda. Será por su espíritu combativo. Porque era lo
que leían los universitarios. Lo que sea, pero recuerdo que leí completito y
varias veces El Canto General de Pablo Neruda. Es más, hasta recuerdo un disco,
de esos de acetato llamados Long Play con una producción musical muy
interesante sobre el libro del poeta chileno en que le canta a la naturaleza, a
la patria.
Pero la otra parte de Neruda son sus
poemas de amor. En especial el poema 15,
de los 20 poemas de amor y una canción
desesperada: “Me gustas cuando callas
porque estás como ausente, /y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. /Parece
que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
y parece que un beso te cerrara la boca.
Imposible olvidarse, si de amor se
trata, aquel poema de Benedetti, especial para amar en las luchas sociales,
metidos hasta el codo en las grillas políticas, como alguna vez sucedió: “Compañera/usted sabe/puede contar/conmigo/ no hasta dos/ o hasta diez/ sino
contar/ conmigo”.
Uno llega al amor de muy
diversas maneras. Amas a quienes te rodean. Aprendes a convivir con una familia
y muestras los principios de la fidelidad al clan.
Vivo enamorado y soy feliz.
¡Que viva el amor!
*Este y
otros artículos de Manuel Cuen, están disponibles para su consulta en:
http://www.alasdeltigre.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario