EL MURO DE LA VERGUENZA |
El Muro de la Vergüenza; crónica de una tragedia en la
frontera, es el título del libro publicados por Miguel Escobar Valdez. En él se
retrata el drama que viven los indocumentados que cruzan la frontera de Estados
Unidos en busca de una vida mejor, pero que se encuentran con el trato más
deplorable y, cada vez con mayor frecuencia, la muerte.
Las historias de migrantes que aquí recoge Miguel, son un
doloroso testimonio de estas víctimas de la pobreza, de la discriminación, la
xenofobia, la intolerancia, la corrupción, el narcotráfico, todo lo cual ocurre
ante el azoro y, por desgracia, la pasividad de la comunidad mundial y la
ominosa indiferencia de los gobiernos.
José Ángel Pescador Osuna economista y educador, además
de prologuista del libro establece que El Muro de la Vergüenza “es un libro
ameno, interesante, bien escrito (…) de una lectura obligada para los
estudiosos del tema migratorio, especialmente de los asuntos fronterizos y de la
forma en que éstos han evolucionado en los últimos diez años”.
Escobar Valdez es originario de Guaymas, Sonora, autor de
los libros Tiempo de Morir, Ristra de Palabras Nuevas y El Predestinado, entre otros. Editó y dirigió el periódico matutino La Gaceta y la publicación semanal La Carta Escobar; profesor de
bachillerato; coordinador de producción de algunas empresas cinematográficas. Dirigió en Guaymas El Seminario de Cultura
Mexicana.
Si la calidad de la ficción de Escobar quedó demostrada
en El Predestinado y en Tiempo de Morir, en El Muro de la Vergüenza el autor nos presenta el angustiante drama
de la migración mexicana hacia Estados Unidos, pero no en forma de ficción, si
no de crónica que es un poco más cruda.
Cada día un mexicano fallece en el intento por cruzar
hacia territorio norteamericano. Las muertes son de manera muy diversa. Nuestra
gente se muere de sed en el desierto; abatidos por las balas de agentes de la
Patrulla Fronteriza; ahogados en los canales; en los hospitales a donde son
llevados después de que los vehículos en que viajaban volcaron
estrepitosamente. Fulminados por un rayo, insolados, devorados por animales, de
ahogamiento en cajas de tráileres o contenedores de ferrocarril.
Miguel Escobar nos narra muchas de estas maneras de cómo
la tragedia viste a la familia mexicana.
Nos dice por ejemplo el caso de Leandro Bautista “…un
cincuentón, oriundo de la Ciudad de México, antes de fallecer de sed en una
calurosa noche de agosto de 2002 en el desierto sobre el que se asienta la
nación indígena Tohono O’odham, cerca de Sells, Arizona, le dijo a su sobrino y
acompañante Luis Fierro Sánchez, que no quería morir en esos páramos, que no
quería morir de esa manera. Luis lo contemplaba aterrado a la luz de la luna y
frenéticamente le golpeaba el pecho en un primitivo intento de resucitación
cardiaca, rogándole a Dios que reviviera”.
Ahogados en el Canal Todo Americano en marzo del 2002.
Tres guatemaltecos y un mexicano son fulminados por un rayo cuando se cubren
sobre un árbol en julio de 2002. Un biólogo mexicano muerto de insolación en
verano de 2004 y así hasta llegar al caso de Juan Cruz Torralba que en marzo de
2006 vio morir en sus brazos a su pequeña hija, luego de ser atropellada por un
vehículo de la migra.
Como dice la segunda de forros, son historias tristemente
verídicas, retratos de una problemática bilateral que tiene siempre
“soluciones” unilaterales.
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