Por Manuel Cuen Gamboa/Bitácora
Cada obra tiene vida propia y la que presentamos a continua
ción, tiene paisaje, música de la naturaleza, hechos, sentimientos y pensamiento filosófico, que son los elementos que conforman la armonía poética que encontramos en Jorge Luis Ibarra Burrola, en su primer obra que se publica bajo el título de Odas primaverales y reflexiones humanas.
Aquí hallamos la poesía como interrogación.
Tiempo e instante en que mueren las cosas:
¿Qué será de mi/cuando mis versos no te toquen? Su lírica en general es
plena de un misticismo simbolista, que deslumbra por su profundidad y conocimiento.
Hay una intención de interpretar la luz. Hay una vocación viva en ese sentido:
…y conspiramos en silencio/ el rapto de
las luces/-era un rito sin palabras-.
Existe un olor a melancolía en sus poemas y
es que parece ser consciente de que los hilos del tiempo son invisibles, pero
amarran destinos. Por eso el canto a lo nacional, la tradición encontrada en el
sonido del mariachi y de las plazas públicas: en el silencio, un falsete
afilado sentencia. Hay en su obra, un gran ritmo y musicalidad.
Gota a gota, tinta a tinta, el verso, como
un rumor que emerge desde las sombras para declararse con sensibilidad creadora.
Ser poeta, valorar el pasado, cambiar al mundo: Dejar gotear las palabras de mi alma/en el yermo desolado de una hoja
de papel. Entiende claramente que el versificador es una parte importante
del universo, una voz que nombra lo que existe ¿Qué escribo con mis cinco sentidos?/No es nada, es solo poesía. Que
sus ojos son búhos telescópicos,
poderosos navegantes de su interior y por eso es que: “Las palabras se diluyen en mi sangre/y germinan denodadas/en la
despótica semilla del ser”. Y así poder poetizar…trazos malheridos/en los pergaminos de la vida, porque siente que él
es… el viajero/ que derriba los cometas.
Ya Octavio Paz, en el prólogo a La casa de la presencia, había dicho
que cada poeta es un latido en el río del lenguaje y Jorge Ibarra Burrola, con
sus Odas
primaverales y reflexiones humanas viene a representar ese nuevo latido
en el río del lenguaje que se gesta en el noroeste del país.
Hay una encriptada sensualidad en sus odas
y reflexiones, una sutil insinuación con la que juegan los que se aman: al resguardo de la luna, dos novios se
anudan/entre besos y palabras. Susurros al oído en los que te trenzaba las
estrellas para que no te fueras de mi lado.
Travieso y generoso el poema se convierte
en una actitud reveladora, como aquel en que…mi lengua arrasa como las olas en la playa/a veces mansa/ a veces
fiera/En todo caso, los proverbios se me acumulan/ entre los dientes/ tan solo para
saber que hay poesía/en el sabor de mi saliva.
Amor solidario y sublimado dirigido hacia
la deidad corpórea, por eso…me encanta
mirarte/y tocarte, tus siempre erguidas/y marmóreas alucinaciones/Y allí en tu
despecho/despenar mi mirada….
Llama que quema sin dejar rastro, como
dispositivo complejo del placer.
El poema no es una forma literaria, sino el
lugar de encuentro entre la poesía y el hombre, decía Paz. Por eso es que cada
obra tiene vida propia y hoy, Odas primaverales y reflexiones humanas,
de Jorge Ibarra Burrola, adquiere vida en forma de libro y se lanza al
encuentro de los lectores.
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