miércoles, 19 de diciembre de 2012

Muerte sin fin, de José Gorostiza


Muerte sin Fin
Por Manuel Cuen Gamboa*
Muerte sin fin es la gran obra de José Gorostiza. Habíala leído hace mucho tiempo, en aquella edición para Lecturas Mexicanas. De nuevo me embarco en su lectura, pero ahora en una edición facsimilar de 2001, a propósito del primer centenario de su nacimiento.
José Gorostiza nació en Villahermosa, Tabasco, el 10 de noviembre de 1901; murió el 17 de marzo de 1973. Poeta. Estudió en el Instituto Científico y Literario de Aguascalientes y en las Escuela Nacional de Jurisprudencia. Fue profesor de la Universidad Nacional; director del Departamento de Literatura del INBA; ministro de Relaciones Exteriores; presidente de la Comisión de Energía Nuclear; director de la colección Cuadernos Literarios de Editorial Cultura; editor y director de la Revista Nueva; editor de El Maestro y compilador de lecturas clásicas para niños durante la gestión de José Vasconcelos en la SEP. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Perteneció al grupo de Los Contemporáneos. En 1996 el FCE publicó Poesía completa. Colaboró en Contemporáneos, El Monitor Republicano, El Universal Ilustrado, Examen, Letras de México, México en la Cultura, México Moderno, Nuestro México, y San–Ev–Ank. Premio Nacional de Letras 1968.
Dice Mordecai S. Rubín, cuando habla de la forma y la sustancia del poema, que “La ambición de Gorostiza es combinar el contenido de ideas con una forma perfecta realizadora. Por lo tanto, no deja de ejercer la libertad más completa en cuanto a la métrica y el vocabulario de los versos individuales”.
Por su parte Jaime Labastida opina que “el verdadero valor de Muerte sin fin consiste en ser el poema que inscribe a la poesía mexicana, por derecho propio, en la tradición culta, rigurosa, de la más alta literatura universal”.
Muerte sin fin (1939), está considerado como el poema de larga extensión más importante de las letras mexicanas durante el siglo XX y uno de los más destacados en toda la lengua española. Su grandeza es tanta que nunca pasa de moda, y en cada lectura, revela nuevos aspectos acerca de la muerte, el ser, la soledad y la divinidad, frente a la conciencia humana.
Muerte sin fin, es sin duda un poema sensual. Un poema muy meditado, pero sinfónico y reflexivo. Es como dice Evodio Escalante, “una exaltación lirica de la luz y gemido agobiado de la criatura”.
Texto de resonancias barrocas y simbología compleja, donde la reflexión sobre el lenguaje y la expresión poética se funde con referencias a la muerte y otros motivos existenciales y metafísicos."
Aquí una muestra del poema: “Lleno de mí, sitiado en mi epidermis/por un dios inasible que me ahoga,/mentido acaso/por su radiante atmósfera de luces/que oculta mi conciencia derramada,/mis alas rotas en esquirlas de aire,/mi torpe andar a tientas por el lodo;/lleno de mí -ahíto- me descubro/en la imagen atónita del agua,/que tan sólo es un tumbo inmarcesible,/un desplome de ángeles caídos/a la delicia intacta de su peso,/que nada tiene/sino la cara en blanco/hundida a medias, ya, como una risa agónica,/en las tenues holandas de la nube/y en los funestos cánticos del mar/-más resabio de sal o albor de cúmulo/que sola prisa de acosada espuma./No obstante -oh paradoja- constreñida/por el rigor del vaso que la aclara,/el agua toma forma./”.
Muerte sin fin de José Gorostiza
Edición Facsimilar de la primera publicación,
Ediciones Loera y Chávez, México, 1939 

*Manuel Cuen Gamboa pertenece a una generación de cambio histórico en el noroeste del país. Autor de los libros Rondín Nocturno (poesía), Zarpazos de Sol (Ensayo), La Frontera, el Río y el Desierto (Crónica) y Canto de Luz (Poesía). En prensa Parvada de Olvidos (poesía).

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