EL RONDIN DE MANUEL CUEN |
Por Benjamín Valdivia*
Vigilante de
un mundo en la noche, el poeta hace la ronda, efectúa el rondín por las
sorpresas de la materia. Así es como se fragua el rondín nocturno.
La noche
tiene relación arquetípica con el terror y con el placer. Manuel Cuen asume la
noche desde la tintura erótica, no desde el temor. Sin embargo, en esa travesía
por los ámbitos de la noche, las imágenes son de corte luminoso; el fuego, la
luz, el reflejo, el retrato, cosas todas ellas visibles y contrapuestas a lo sombrío.
Y es que los poemas van más por la senda del júbilo que por la del asombro. El rondín
por la sombra define al poeta como un ser de luz. El propio autor así lo asume
y lo define desde el primer poema, nominado “piel de Incendio”: Soy ese filo de
luz / posado en la ventana / de las horas.
¿Cómo es
posible tanta luz en tanta noche? Cuen señala la causa del portento: porque en
la noche hay desnudez, despojamiento, abismo. Y “porque sin duda / ahí habita
Dios”. En ese habitar sagrado, el templo de la piel directa, los amantes
encuentran verdadera definición: “vestida no eres nadie / vestida no eres
nada”. Ese tiempo del amor es eterno pero breve, viso de otras vivencias que
necesariamente concluyen con la fugacidad. El amor es “Guadaña / de un tiempo
infinito” porque los cuerpos, aun los luminosos, están destinados a
desaparecer, a matar con su muerte la infinitud.
La poesía de
Manuel Cuen se mueve en un campo sensible: son los sentimientos los que
acumulan el sentido de las palabras. A veces son arrebatados por la epidermis,
a veces llegan a tocar un centro profundo.
Pero en ambos
casos tienen como soporte un sentimiento muy específico: deseo erótico,
angustia, malicia, ensoñación. Algunos versos extienden la idea que ya se había
condensado en otros, aflojando un poco la intensidad. La intensidad
concentrada, que es un sitio áspero:
“Aquí es muy dificil
entrar
Casi todos se
quedan afuera”.
En varias
ocasiones podemos mirar versos de alusión directa: faldas, soles, pelo, musas,
y finalmente “pedazos de ilusiones”. En otras ocasiones el coloquialismo tunde
el poema y lo empuja hacia el habla de todos los días: “tiene la cara lisita,
lisita /y sus ojos tan poquitos / metidos en el costal / de su flacura” con lo
cual se comprueba el peso que tiene el prosaísmo en este autor, en el que incluso
las referencias a la tradición son puestas en el entredicho de la realidad
cotidiana: “la verdad sospechosa / siempre sospechosa / de tu delgadez”. Entre
Neruda, Calderón, y la vida diaria no impide que surjan rescoldos de
misteriosas apariciones, como en el poema llamado “Tiempos de extravío”:
“Desnuda la intención del noveno sol / seis rosas encendidas”.
Esculcar,
campito, juego, sueno, son palabras que se arremolinan para evidenciar una
poesía que tiene como puntos del triangulo de sus configuraciones lo erótico,
lo lúdico y lo coloquial. En el centro de ese triangulo, se proyectan hacia el
futuro nuevos poemas.
*Benjamín
Macedonio Valdivia Magdaleno (Aguascalientes, Aguascalientes, 1960 - ) filósofo, escritor, poeta, dramaturgo, traductor, crítico literario, catedrático y académico mexicano.
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