ALICIA HINOJOSA GARCIA |
Son
las poéticas palabras que como lluvia palindrómica surgen de la pluma de la
escritora sonorense Alicia Hinojosa, convertida por la suerte de su poder de
describir la naturaleza, en presidente de la Sociedad de Escritores de San Luis
Río Colorado.
Y
es que escribir, no es sólo la constitución de una subjetividad, sino también
una manifestación del cuerpo, una operación eminentemente física, una forma de
construcción del cuerpo. En el acto de escribir uno trata, de hacer deslizar la
identidad (volverla fluida) y establecerla como homogénea de las formas más
elementales, pero también menos contingentes de la existencia.
Lo
he intentado-dice Alicia- porque es necesario para mí compartir no solo el
espacio exterior en el que nos movemos, sino el espacio interno que está siendo
llenado continuamente de vida.
Del
desierto ha venido – montada en viento ligero- semilla liviana y sola.
Como
Edmund Jabés, Alicia convierte el desierto en filosofía y expresión. El viento,
transporta la palabra divina con la cual es escritor construye el templo de su
discurso. En el desierto uno se trasporta, concentrado en el ruido del
silencio, hacia el origen de uno mismo. En el silencio del diserto uno puede
dibujar con palabras el ruido de las cosas...
“Dibujo con palabras/Paisajes de
praderas/Con búfalos corriendo/Y estruendos en las patas/Sus carnes brincando/Entre
la polvareda/Con sus grandes cornamentas/Cual sombrías astas/Hiriendo van al
viento/Como a un bote de hojalata”.
El
tiempo, trastocado por el viento, sacramentado por el desierto, transcurre en
fracciones pequeñísimas, imperceptibles hacia la eternidad. La enormidad de
objetos, sensaciones, acciones. Acciones que se pueden suceder en sus entrañas,
escapan al agudo ojo escudriñador del poeta. El tiempo no pasa, no existe,
hasta que uno se da cuenta por los pliegues que deja en el cuerpo.
Por
eso Alicia se sorprende de que el tiempo haya pasado aunque sigue viviendo como
al principio.“Con mis cincuenta disfruto/lo que en mis pliegues guardé/vivo como de ochenta,/disfruto como de veinte/Aunque ya tengo...cincuenta!”
El amor, el Desierto, Dios, las plantas, el tiempo, la escritura son temas recurrentes en el poemario Chúkata. El desierto es su [casa, su cuna, su mesa] su mesa puesta que le muestra la locura de Dios de hacer brotar la hierba, de la corteza espinosa del saguaro.
Palabras desnudas, excesivas de transparencia y de levedad: son aquellas que vuelven habitable el desierto y borran las perentorias leyes de los hombres. Son palabras que desafían la sorda opacidad de las cosas y trazan un camino de luz por entre un mundo de sombras.
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