sábado, 16 de junio de 2012

AURA, DE CARLOS FUENTES


AURA
Es una historia narrada en segunda persona donde se nos presenta la lucha entre las dualidades. Consuelo, el pasado, se apodera de Felipe, el presente, y trata de ser ella misma el presente, a través de Aura. Felipe Montero, un joven historiador y maestro, lee un anuncio de trabajo en el periódico, que parece estar dirigido especialmente a él: un joven historiador con conocimientos de francés requerido para trabajo secretarial. “Solo falta que las letras más negras y llamativas del aviso informen: Felipe Montero [...]. Pero si leyeras eso, sospecharías, lo tomarías a broma” Convencido de que alguien ya ha aceptado la oferta, Montero se despreocupa del anuncio hasta que se lo encuentra de nuevo el día siguiente. La remuneración ha aumentado, la oferta es irresistible. Asombrado de que alguien aún viva en el Centro de la Ciudad de México, finalmente se encuentra la dirección del anuncio, Donceles 815, entre palacios coloniales, convertidos en negocios de reparación y pequeños comercios. La puerta de la casa se abre apenas con un empujón ligero y antes de entrar a la casa echa un último vistazo a la bulliciosa calle. Dentro de la casa percibe una realidad ajena, un mundo más lento. La casa huele a humedad y a putrefacción, y su obscuridad no la hace menos opresiva que el tráfico de afuera, al aire libre. No puede ver dónde va, pero una voz le ordena que cuente un determinado número de escalones para llegar al dormitorio de la dueña. La señora Consuelo Llorente actúa como si lo esperase precisamente a él. Examina su francés y le explica que el trabajo consistirá en hacerle algunos arreglos a las memorias de su marido.
El autor, por medio del erotismo fantástico, de los símbolos tenebrosos y de la creación de un ambiente fúnebre y exquisito, consigue llegar al análisis de la existencia de todo ser humano, a través de la explotación de uno de los miedos más grandes que han afectado a la humanidad: la muerte y su previa decadencia.
El perro, la coneja, la oscuridad, la luz, el pasado, el presente, las miradas, la percepción sensorial y los gatos, cumplen una función en el texto de Fuentes. El perro, por ejemplo, en la parte donde Felipe Montero llega al domicilio de la anciana, corresponde a un símbolo de aspectos antagónicos. En muchas culturas, pero sobremanera en la mexicana, el perro es la guía del hombre en la noche de su muerte y su compañero en el día de la vida. El conejo es símbolo de renovación de la vida y en la novela la anciana siempre está acompañada por Saga, la gata que también se transforma místicamente en Aura. La luz, por otra parte, es un símbolo de moralidad e intelectualidad, por eso la habitación de Felipe Montero siempre está inundada de luz y el cuarto de la anciana de tinieblas.

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