jueves, 21 de junio de 2012

EL ARBOL DE LA MANZANA DE ORO

Alicia en el país de las maravillas, La isla del tesoro, El libro de la selva, Las aventuras de Tom Sauyer, La bella y la bestia, Mary Poppins, Viaje al centro de la tierra, Pinocho, y muchos otros títulos más se me vinieron a la memoria cuando pensé en los libros de literatura infantil que había leído y que dejaron alguna huella en mi conciencia.
Como olvidar los cuentos de hadas que encandilaban de fantasía la memoria de cuando chiquillos. Difícil no pensar en las fabulas, las de Esopo o las de Monterroso, en las que los animales asumen vida humana y agregan movimiento a sus vidas. Que divierten y que entretienen, dejando además una enseñanza verdadera.
Todavía lo recuerdo, como si lo estuviera viendo, las leyendas por ejemplo de La Llorona, La viejita del Cinco o la del espíritu justiciero de Joaquín Murrieta que ronda muy cerca de nosotros con sed de venganza.
No puedo, aunque quiera olvidarme, de la rica tradición oral indígena, esa que habla de la creación del mundo a través de mitos que cuentan las historias más misteriosas. Para los Cucapa o Cocopah, por ejemplo, el mundo fue creado por unas hormiguitas que escarbaron y escarbaron hasta llenar de tierra el mundo que estaba formado por agua.
Pensar el mundo actual sin Julio Verne y su vuelta al mundo en un instante seria como quererse olvidar del pasado de un clic.
La maestra María Manuela Rodríguez, nos vino a refrescar la memoria con sus recuerdos y sus cuentos y se lo agradezco profundamente.
Además de poeta y cuentista, la maestra es cronista en su estado natal, función que le permite estar en contacto con el recuerdo y con miles de historias. De allí vienen seguramente sus historias, porque la maestra posee una gran capacidad de retener no solo recuerdos de hace mucho tiempo, sino que, según por lo que me pude dar cuenta el día de ayer mientras presentaba su libro “El Árbol de la Manzana de Oro” en el Centro de Seguridad Social del IMSS en San Luis Rio Colorado, la maestra tiene también el poder de retener ambientes y conversaciones de su infancia. Ese poder solo se puede tener quien tuvo la dicha de desenvolverse en pueblos o comunidades pequeñas, alejadas de las ciudades, donde la luz eléctrica y el progreso en lugar de ayudar a conservar la memoria, contribuye a borrarla y por ello es que ahora tenemos una vida donde se vive la inmediatez.
Que tan importante es la literatura en la formación del niño. Me puso la maestra a pensar. A tratar de recuperar esos pasajes de la infancia en los que el maestro de primaria nos narraba con emoción, por ejemplo aquel poema que iniciaba el libro de primer año y que decía más o menos así
“Que miras por la ventana/Miro el sol que ya se va/Y me dice hasta mañana/Di madre si volverá….”
Y descubro que por lo menos algunos de sus versos aun quedan por allí anidados en el subconsciente. Igual sucede con aquel poema de José Martí que se me sigue quedando en la punta de la lengua:
“Cultivo una rosa blanca/En junio como en enero/Para el amigo sincero que me da su mano franca/Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo…”
Y que tan importante fue, en mi caso, el haberme encontrado esas lecturas en mi infancia. Y que importante resulta ahora que no falten en dieta diaria de mis hijos y de los hijos de mis amigos y de los demás.
Por todo eso, que malo, malísimo que haya tenido que cerrar sus puertas la única librería que sobrevivía en San Luis. Es triste, tristísimo que n  contemos con una sola biblioteca en la ciudad. Salas de lectura hay y varias, pero lo que se llama biblioteca no conozco ninguna. Y eso también es de preocupar.

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